Nuestro Fundador ADRIÁN PASCUAL URQUÍA

¿QUIÉN FUE ADRIÁN PASCUAL URQUÍA?

La Ley Avellaneda de 1876 impulsó el movimiento inmigratorio. Así comienzan a llegar a Argentina los primeros inmigrantes, en su gran mayoría de origen europeo.

Desde España desembarcan en Buenos Aires una tarde de primavera de 1904, Don Dionisio Urquí­a, su esposa Gloria Rosales y sus hijos. A los pocos dí­as se instalan en Las Perdices donde abren un almacén de Ramos Generales. Actividad que en 1910 se trasladó a colonia "La Agrí­cola" hoy General Deheza, donde finalmente echó raí­ces.

Dionisio, su esposa y sus seis hijos: Magencio, Gloria, Dionisio, José, Marí­a, Vicente y Juana encontraron un paí­s que les abrió las puertas de par en par. Sus hijos trabajan en el negocio de su padre.

En el año 1912 Vicente, su hijo mayor, contrajo matrimonio con Margarita Duque oriunda de la ciudad española de Gallarta.

Siete años más tarde se radicaron junto a sus hijos Vicente, Exequiela y Margarita en Cañada de Álvarez - La Cruz, en nuestra provincia. Allí­ nacen Matilde y el 4 de abril de 1920 Adrián Pascual - Ñoño.

Al poco tiempo regresan y se radicaron en General Deheza para compartir los negocios de la familia.

Ñoño apenas pasaba los 7 años cuando perdía a su madre, quien fallecía repentinamente en una fiesta escolar mientras él y sus hermanos participaban. Tras este lamentable hecho sus abuelos paternos fueron quienes lo acogieron en su hogar junto a sus hermanos.

El pequeño Adrián no tuvo una infancia feliz. Además de la trágica muerte de su madre y no pudiendo convivir con su padre, debió soportar la pobreza que azotaba a muchas familias.

Cursó sólo el nivel primario, cuatro grados en la escuela fiscal Gral. San Martí­n y el resto con el maestro Tomás Améstica.

Instituto Tí©cnico "Adrií¡n P. Urquí­a"


Transitó de muy joven el aprendizaje de las prácticas del trabajo. Con solo 13 años se inició como dependiente de un almacén de ramos generales y compraventa de cereales. Hábil para el cálculo matemático y el trato con la gente, la administración y las transacciones comerciales se convirtieron en su oficio natural.

Desde joven encaró pequeños emprendimientos de poca duración y escaso éxito, como la venta de tubos especiales para airear silos, compra venta de cerdos, una barraca, una feria de ganado vacuno y una queserí­a.

La falta de éxito, en lugar de desanimarlo, le generaba la actitud de plantearse desafí­os y nuevas metas a alcanzar. Las circunstancias adversas no eclipsaron su capacidad de iniciativa.

Logro contagiar a un grupo de allegados su obsesión de instalar una aceitera. Así­ nace en el año 1948 ACEITERA GENERAL DEHEZA.

No fue un camino fácil. Debió superar obstáculos, frustraciones y hasta alguna decepción. Pero Ñoño, como todo el mundo lo conocía y él mismo se presentaba, se abrió paso entre las dificultades, a fuerza de inteligencia, convicción y voluntad.

La contrariedad no era una piedra en su camino. Él la transformaba en un escalón que le permití­a seguir adelante.

En 1968 la crisis alcanzó a la empresa. Ñoño demostró sus dotes de piloto de tormentas. Pudo hacerlo, en buena medida, gracias al respaldo del sindicato y los trabajadores, que ofrecieron trabajar tres meses sin percibir salarios. Fue un aporte decisivo para evitar la debacle.

Instituto Tí©cnico "Adrií¡n P. Urquí­a" Instituto Tí©cnico "Adrií¡n P. Urquí­a"


Fueron jornadas muy duras, pero se sintió conmovido por la solidaridad activa que recibió en su empeño por vencer esa coyuntura adversa. No sólo de parte de los trabajadores, sino también de la comunidad de General Deheza.

Recogió, en aquel tiempo de prueba, el fruto de su propia siembra.

Notable es el contraste entre aquella primera chimenea de los primeros tiempos de AGD y el actual, donde aparece poblada de silos, galpones y plantas industriales, con cañerí­as y puentes de transporte que atraviesan la ruta a varios metros de altura.

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Ñoño tení­a un don natural para ganarse el aprecio de la gente. En la actividad empresarial y social fue siempre apoyado por Chicha, su esposa, que con gran humildad, perseverancia, coraje y amor lo acompaño permanentemente. Consideraba que la familia era el lugar para el consuelo, el crecimiento y renovación. Por eso decí­a que es una de las cosas más importante que tiene la vida.

Sus hijos; Adrián, Roberto y Adriana tienen la responsabilidad de ser continuadores de su obra.

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Ñoño impregnaba de humanidad su ví­nculo con el personal de la aceitera.

Él imponí­a un tono familiar. Tení­a siempre el oí­do atento y el ánimo generoso para prestar auxilio o consejo al trabajador que le acercaba una preocupación.

Su filosofí­a de gestión empresarial era priorizar la armónica complementación de capital y trabajo.

Una concepción que se tradujo en polí­ticas dirigidas a asegurar la dignidad y el bienestar de sus obreros y empleados.

Su voluntad de participar y de hacer lo llevó a la función pública. Fue dos veces intendente municipal de General Deheza (1958-1962 y 1974-1978). Fue el hacedor que renovó General Deheza.

Era dueño de una gran inteligencia que le permitió realizar grandes obras, no solo en el mundo de los negocios sino también a nivel humano y social.

Son innumerables sus acciones en bien del otro.

Algunas de sus realizaciones importantes son:

#. La creación del Instituto Secundario "25 de Mayo".
#. La creación de Instituto Especial "Amanecer".
#. La construcción de la Terminal de Ómnibus.
#. La construcción del Templo "Nuestra Sra. de la Asunción".
#. La construcción del edificio de la sucursal del Banco de la Prov. de Córdoba.
#. La colocación de transformadores para el suministro de energí­a eléctrica.
#. La provisión de las instalaciones para el agua potable.
#. Iluminó y pavimentó muchí­simas calles de Gral. Deheza.
#. Apoyó a los Clubes Deportivos y Sociales.
#. Creó el Cuerpo de Bomberos Voluntarios.
#. Creó la Banda Infanto-juvenil.
#. Hizo construir la Galerí­a "General Deheza".
#. Generó empleo.
#. Hizo importantí­simos aportes, donando terrenos, para que construyeran barrios de vivienda.
#. Tendió una mano a cada vecino que lo necesitó silenciosamente.

Ñoño tení­a una profunda preocupación por la educación, así­ en 1977, junto al Padre Carloni, funda el Instituto Técnico "General Deheza".

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Nació en forma muy humilde, las clases se dictaban en aulas prestadas, las prácticas de taller se realizaban en un galpón al lado de la Iglesia y los recreos en la plaza. Hasta que decidió construir el edificio propio. Se inauguró, su primera parte, el 9 de julio de 1979 y año tras año fue haciendo posible su crecimiento.

En marzo de 1985 creó el Instituto Privado de Enseñanza Primaria "General Deheza" para los más chiquitos.

Ñoño siempre pensaba en el otro, trabajaba para mejorar la calidad de vida de su pueblo y querí­a educación para los jóvenes.
Él sabí­a que:

#. El futuro debí­a prevalecer sobre lo inmediato.
#. Que educar es orientar hacia el verdadero camino de la libertad, educar es crear un pueblo libre, no amansar y tranquilizar las conciencias individuales.
#. Que educar no es doblegar el idealismo adolescente, fuerza pujante de su humanidad virgen, sino ayudarlo a crecer y a construir en la realidad.
#. Que educar es apostar al hombre armónico y audaz para intentar construir un mundo mejor.

Por estos principios, él creó y apoyó a lo que es hoy el Instituto Primario Privado y el Instituto Técnico.

Sus acciones profundamente humanas reflejaban su compromiso con el hombre. La concepción de la empresa, el trabajo, la patria chica y el bien común sustentaron una vida ética y solidaria que se apaga el 1º de noviembre de 1996.

Pero Adrián P. Urquí­a no ha muerto, permanece vivo junto a su pueblo, que aprendió a crecer tomado de su mano.

El poeta Nicolás Guillén dice:

Ardió el sol en mis manos,
Que es mucho decir
Ardió el sol en mis manos
Y lo repartí­
Que es mucho decir

Efectivamente Ñoño logro esa doble maravilla: que el sol ardiera en sus manos y que haya sabido repartirlo.

Le ardí­a el sol en sus manos por que tuvo una vida radiante, sus años vividos fueron luminosos como antorchas, y dejaron su rastro en el recuerdo y en la vida de quienes lo conocieron.

Tuvo la luz que fue recogiendo y cultivando a lo largo de su vida con mérito y esfuerzo. Y, naturalmente, no se conquista en un solo dí­a: se conquista paso a paso, después de muchos años de esfuerzo.

Pero el gran milagro fue y sigue siendo que él sabí­a repartir y compartir esa luz.

Fue un hombre que vivió en comunidad y para la comunidad.

Fue sinónimo de fraternidad, solidaridad, amor y entrega.

Fue un genio.

Los genios son genios no sólo por lo que producen sino también por lo que proyectan, por lo que reparten.

Por todo esto nuestro colegio llevará el nombre de INSTITUTO TÉCNICO "ADRIÁN P. URQUÍA"

En homenaje a este gran hombre que tanto luchó y trabajó por un mundo más justo y humano.

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